¿Pienso Realmente?
Por: Claudia Garrido Escartín
Pensar es un acto producto de varios procesos cognitivos superiores como el análisis, planeación, calculo, comunicación, etc. que por alguna benévola causa natural (o no) nos fue otorgada a los seres humanos. < Animales racionales> -dijo Aristóteles- Criaturas popperianas capaces de “ver” acciones posibles en el mundo del pensamiento, antes de hacerlo en el mundo real, sirviéndose para ello de representaciones mentales.
Pero porque si todos los seres humanos sanos, tenemos estas capacidades y contamos con un órgano perfectamente diseñado que además evolucionó adaptativamente para llevarnos de ser homínidos a homo sapiens pareciera que no hemos conquistado el pensamiento.
Y es porque estamos inmersos en las actividades cotidianas, movidos por nuestros más profundos deseos y necesidades desde las más básicas como son el alimento, el sueño, la compañía, la pertenencia, y la seguridad, hasta las más trascendentales como lo es la realización personal.
Así que cuando llegan “las preguntas” porque siempre llegan. ¿Quién soy, para que estoy aquí? No es necesario que exista una causa; aunque, muchas veces se dan después de una experiencia que nos sacude, y viene la duda, una duda que no precede del temor a la equivocación, la duda de no haber elegido atinadamente nuestro modo de vida, no, no es la duda vocacional o la duda amorosa por más que sean significativas en nuestra vida. ¿Qué hago aquí? ¿Porque soy? Cuando llegan esas preguntas, -suspendida nuestra habitual relación con el mundo- que pobre nos parece aquello que nos daba sentido, que débiles las riendas que con tan frenético entusiasmo tirábamos – o tiraban de nosotros. –
Entonces, entra en escena el gran “Sentido de la vida”, pero, ¿el sentido de la vida no es precisamente cubrir esas necesidades de las que hablábamos? ¿No es vivir de acuerdo a nuestros deseos para ser felices? ¿Nos es suficiente con llegar a las metas que nos proponemos durante el trayecto o es que siempre queremos más? Quien quiere pensar, dar vueltas a un problema insoluble, cuyo saldo es la angustia, cuando es más tranquilizador admitir un dogma, abrazarse a él, asirse a un madero, cualquiera que sea.
El pensar no vale por sus frutos, sino porque desgarra al ser, porque engendra un extraño, un ser que no está ocupado, sino pre-ocupado por el sentido de su ser.
Ser y pensar son lo mismo (Oscar de la Borbolla 2019) porque, no hay más ser que pensar; el pensar es la única realidad, pensar es real, lo pensado es tan solo ida, representación
En resumen, el imperativo de la vida –para decirlo en términos Kantianos- no es categórico, sino hipotético ya que la vida a pesar de quienes piensan que no tiene sentido, vivirla conforme al Ser lo es todo.
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